BLANCAS PALOMITAS
Aquello de que el hombre es “el hombre y su circunstancia” va a ser cierto. Y es sorprendente como una de esas circunstancias puede tirar por la borda años de costumbres y de convencimientos.
Recuerdo en mi infancia, en el pueblo, cuando íbamos a la escuela y nos llamaban “esas blancas palomitas”. Porque llevábamos guardapolvos blancos, claro. Pero la comparación con las palomitas nos daba un toque de ternura. Con lo cual de los 5 a los 12 años las palomas han significado para mí “la ternura”.
Me encanta recordar cuando íbamos al campo donde vivía mi tío Juancho, y me pasaba la tarde entera dando vueltas por ahí con mi Nono Pepe, (que no era mi abuelo, pero como si lo fuera) y él llevaba un rifle de aire comprimido y decía airoso: “nos vamos a cazar palomas”. Y tiraba mil balines, pero nunca jamás le dio a ninguna paloma, solo las alejaba. Y cuando volvíamos donde estaban los demás, decía siempre la misma frase: “las palomas que he matado, gozan de buena salud”, con su impresionante acento español, castellano de León, para más datos, que nunca perdió, a pesar de vivir en Argentina más de 60 años. Y ahí las palomas eran para mí un símbolo de la complicidad y el cariño con el abuelo postizo, a quien tanto he querido y al que todavía sigo echando de menos.
Y pasaron los años y acabé viviendo en Buenos Aires, y me encantaba pasarme las tardes de los domingos en la Plaza de Mayo o en la Plaza del Congreso, con mi bolsita de maíz, cual jubilada, dando de comer a las palomas. Y no entendía porque una amiga, que vivía frente a un parque enorme en el barrio de Almagro, se quejaba tanto de las palomas. Que me arruinan la casa, que me ensucian la ropa, que me comen la pintura de las ventanas... y una larga serie de etcéteras que ya ni recuerdo. Y yo no le decía nada, pero pensaba que era una exagerada y que se quejaba por nada.
Y ya en Valladolid, mi circunstancia me obliga a cambiar absolutamente de opinión: de ser el símbolo de la paz, la ternura y la complicidad, he pasado a sentir por ellas un odio espantoso.
Es que son una plaga, cuanta razón tenías, Esther. Ahora soy yo la que se queja de que me ensucian las ventanas y el patio, se mueren en los sitios más insólitos, tapando desagües y cañerías, su caca tiene más ácido que una bomba y se come la pintura y la cerámica de mis ventanas. No hay día en que haya tendido ropa en que no me hayan cagado alguna prenda y tenga que volver a pasarla por la lavadora. Sus grititos mañaneros me enervan, sus conciertos erótico-amorosos me quitan el sueño, sus espantadas en banda cuando alguien les tira con algo me ponen histérica... en fin, que he terminado firmando la carta de los vecinos al alcalde pidiendo que acabe con ellas. Y creanme que más de una vez, me dan ganas de volver al campo, coger el rifle de aire comprimido y cambiar la frase final del Nono por: “las palomas que he matado NO gozan ya de salud”. Pero como me dan miedo las armas, hasta las de aire, eso no pasará.
Y para colmo de males ayer por la noche, mientras caminábamos Noe y yo apaciblemente, y muy cansadas, hacia nuestros respectivos hogares....nos cagó una paloma!!!! Bueno, a Noe en la cabeza, pero lo hizo con tanta saña y mala uva que salpico para todos lados, incluyendo mi jersey.
Habrá que ir pensando en cambiar el símbolo de la paz, porque estas criaturitas despiertan en la gente que las padece, precisamente lo contrario...
1 comentario
kasi_siempre -
Bsitos apalominaos, ja,ja,ja.
:b