BUENOS AIRES PARTE II
En estos días estoy especialmente nostálgica. No se si es que paso mucho tiempo mirando pasajes aéreos, organizando el viaje, o simplemente que como esto es cíclico, a veces no echo de menos nada y a veces me pongo insoportablemente melancólica y echo de menos hasta el agua sucia del riachuelo.
Pero me ha dado por pensar mucho en Buenos Aires, por escuchar tango, Los Redondos, Calamaro, Gieco...
Es que, para mi gusto, Buenos Aires es la ciudad más bonita del mundo. Y luego viene Barcelona, que es casi igual que Buenos Aires, pero con mar.
Cuando todavía vivía en el pueblo, recuerdo que tenia una imagen muy distinta de Buenos Aires. La veía como una mega ciudad, con una locura insoportable. Y me veía absolutamente incapaz de andar por sus calles sin perderme. Yo pensaba que toda esa gente estaba chiflada, que no se puede vivir con tanto estrés y corriendo todo el día como locos. Y además tenía la imagen que se vende a las provincias del interior, que los porteños son asquerosos, cerrados, soberbios, y mentirosos.
Y fue llegar a vivir ahí para desterrar todos esos mitos de un plumazo. Los mejores amigos que he hecho en mi vida viven en Buenos Aires, y son nacidos o llevan toda la vida viviendo ahí. He encontrado allí más que amigos, un montón de familias que me acogieron como si fuese una más entre ellos. He tenido un montón de mamás y papás adoptivos, y ni hablar de hermanos y sobrinos. Como si no tuviera suficiente con los de sangre, que ya somos una jauría, sigo y sigo sumando...
Aquellas tardes de paseos compartidos; de mates en casa de cualquiera; de conciertos al aire libre y mate también por las noches, tiradas en el césped del parque; las fiestas de cumpleaños multitudinarias; las fiestas de disfraces de despedida del año; los fines de semana en Castelar, en el club de verano; los partidos de fútbol de la selección en el Gallinero o los de rugby en Vélez; los recitales de Serrat o Sabina, mas multitudinarios y ellos mucho mas queridos que en su propio país; los domingos en San Telmo, mirando antigüedades; los paseos por la Boca, o por Palermo; los cafés y las librerías de Corrientes... y podría estar dos días enteros enumerando sitios y situaciones.
Echo de menos hasta el subte (metro) atestado de las 9 de la mañana, donde no te libras de que te empujen, te manoseen, e incluso te roben la cartera alguna vez en tu vida, pero que te lleva rápido a todas partes. De estación Chacarita a estación Uruguay, de lunes a viernes, todo el año.
Ahora que ando en colectivos (autobuses) con calefacción, aire acondicionado, sentada, con horarios fijos... extraño aquellos colectivos sin algún cristal, que nunca se sabía a que hora pasaban o si el chofer iba a parar a levantarte en la parada, que te gritaba sin piedad si no llevabas cambio, que te arrastraba cuando aun estabas a medio bajar, donde íbamos todos como sardinas en lata...
Yo creo que me estoy volviendo un poco masoquista... o tal vez me esté volviendo loca, pero no veo la hora de llegar a Buenos Aires, y volver a “disfrutar”, aunque solo sea por unos días, de todas estas “delicias”
2 comentarios
kasi-siempre -
Besito nostálgico, wpa! :D
pasajera en tránsito -